Las personas empleamos gran parte de nuestro tiempo
comunicándonos verbalmente. También a través de las expresiones corporales
tales como el movimiento de las manos, las distancias que mantienen las
personas entre sí, etc.
Ejemplo: el señor llega muy temprano a su oficina
y revisa su correspondencia (comunicación escrita), luego ingresa su secretaria
a la cual saluda con un movimiento de cabeza (comunicación gestual). Al llegar
el mediodía, luego de un llamado telefónico (comunicación hablada) se dirige a
una reunión con sus socios (comunicación grupal). Así sucesivamente el señor se
comunica constantemente con todo su entorno.
Fuera de este tipo de denominaciones la
comunicación es una gran industria
en la que intervienen muchas personas respetando sus roles. Según muchos
investigadores, en la actualidad se ha impuesto
la tendencia a manipular símbolos y no cosas como en la época de nuestros
abuelos. La industria no sólo se interesa por la calidad de su producto,
sino por el "impacto" que éste produzca.
Las investigaciones científicas han dado lugar a
nuevas profesiones como la del divulgador científico y el escritor técnico para
poder
"comunicar" rápidamente los recientes avances logrados.
Muchos años atrás la comunicación no perturbaba la
atención de los grandes gobiernos, la revolución
tecnológica y filosófica cambió el transcurso de esta tendencia, así pues, las
agencias gubernamentales comenzaron a prestar especial énfasis en la
"comunicación" como método
de supervivencia frente a las preocupaciones mundiales.
Si queremos mantener una posición directiva en el
mundo tenemos que comprender a los demás y lograr que nos comprendan.
Nuestro objetivo básico
en la comunicación es convertirnos en agentes efectivos, es decir, influir en
los demás, en el mundo físico que nos rodea y en nosotros mismos, de tal modo
que podamos convertirnos en agentes determinantes y sentirnos capaces, llegado
el caso, de tomar decisiones. En resumen, nos comunicamos para influir y para
afectar intencionalmente.
Quien intenta informar tiene como propósito
transmitir un cúmulo de datos a un receptor, independientemente de la respuesta
del destinatario (informes meteorológicos, decisiones de un jefe, instrucciones
de un manual).
Quien intenta persuadir desea obtener una determinada respuesta, mediante un
proceso comunicacional en el que el otro también obtiene lo que desea o lo que
"cree" que desea.
En este proceso, activo en ambas direcciones, los
roles de persuasor y persuadido se intercambian a menudo con facilidad. La
persuasión no es algo que "se le hace" a otros, sino que es una dinámica
que tiene lugar con otros. Por lo tanto, la comunicación persuasiva sólo tiene
lugar en la medida en que la retroalimentación o feedback obtenido es el
esperado, caso contrario, no hubo comunicación sino que sólo se produjo un
intercambio de informaciones. En síntesis,
es la respuesta del destinatario lo que califica la naturaleza
de la transacción.
Ejemplos: Un vendedor que disipa las dudas de su cliente,
sortea sus objetivos
y logra colocar su producto, es un ejemplo de comunicación persuasiva, toda vez
que el comprador recibe a cambio satisfacción en función de sus necesidades,
gustos o preferencias. De no haber podido salvar los cuestionamientos de su
cliente, sólo habría existido un cruce de información.
Quien intenta entretener persigue un propósito
recreativo. Se busca mantener la atención y el principio del placer del
destinatario durante toda la transacción. Este tipo de comunicación tiene un
fin que busca consumarse. No se espera ninguna respuesta más allá de la
aprobación (un programa de televisión,
shows, etc.).
Surgen entonces, algunos interrogantes como: ¿Por
qué las comunicaciones?
¿Cuál es nuestro objeto?. El fin básico de todo individuo es dominar al medio
que lo rodea y no que el medio lo domine a él.
Otra
interrogante es: ¿Cuál es la respuesta que está tratando de obtener el emisor?.
Podemos afirmar que toda comunicación tiene su objetivo, el cual es producir
una respuesta. A menudo se confunde el propósito de la comunicación, y esto se
debe a que el hombre, como exponente máximo de la comunicación, en ocasiones
tampoco sabe bien cual es su propósito. Lo que se sugiere frente a este hecho
es centralizar la atención en el propósito de la comunicación para poder lograr
un objetivo como comunicadores. De manera contraria se estaría perdiendo el
propósito de la comunicación, ya que el mensaje no lograría obtener
significancia.NO OLVIDAR:
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