jueves, 10 de junio de 2010

¿CUÁNTO CUESTA UNA MALA ESCRITURA?

¿CUÁNTO CUESTA UNA MALA ESCRITURA?
Una importante institución financiera del país, me cuenta un ex alumno que trabaja en ella, recibió no hace mucho una petición por escrito de su sucursal centroamericana; esta filial requería de la central un programa computacional que les ayudara a administrar sus procesos específicos. Nuestro ex alumno se encargaría de diseñar y elaborar este pequeño programa; sin embargo, desde el inicio no faltaron las dificultades: el texto no indicaba concretamente qué es lo que debía hacer el software en cuestión. Se realizaron llamadas para pedir aclaraciones, se mandaron correos electrónicos, se hicieron preguntas, se convocaron reuniones virtuales. Un segundo texto llegó a la central con los requerimientos “precisados” para el programa en cuestión. Nuestro ingeniero en sistemas, con la ayuda de otros dos colegas, se dedicaron durante tres meses a producirlo. Cuando llegó a las manos de la filial resulta que... no era lo que habían solicitado. Al final, el segundo texto resultó ser tan ambiguo y confuso como el primero. Nuevas aclaraciones, nuevos correos, discusiones acaloradas, recriminaciones, acusaciones, dimes y diretes.
Creo que situaciones como ésta son mucho muy frecuentes en el ámbito laboral; la mala escritura, como toda habilidad que se desempeña deficientemente, tiene sus consecuencias. No son fáciles de calcular, pues todavía no existen investigaciones específicamente dedicadas a esclarecer este punto; sin embargo, se pueden hacer algunas consideraciones, pues no cabe duda que uno de sus efectos más importantes es el despilfarro de dinero, de tiempo y de energías; en otras palabras, la mala escritura ocasiona costos considerables en las empresas.
El primero de ellos es el relativo a la imagen negativa que se asocia a una institución cuyos trabajadores, especialmente los de primer y segundo nivel, cometen faltas de ortografía. No es el daño más importante, pero tiene su peso. Frente a los actuales estándares de calidad total, la presentación de documentos empresariales acompañados de errores de acentuación en vocablos de uso común, simplemente provocan una reacción de sorpresa y rechazo, pues en el fondo se intuye que esta deficiencia es sólo la punta del iceberg que anuncia y delata problemas mayores.
Ahora bien, la deficiente redacción no se reduce a un desempeño mediocre en el empleo de las grafías o de la tilde; en realidad, la mala escritura es aquella que no resuelve los problemas que dan origen al acto de escribir, que no logra los objetivos para los que se diseña un texto y que no influye ni modifica a la audiencia para la que está destinada.
Debe tenerse en cuenta, en efecto, que escribir no es una acción gratuita, sino que es una conducta que se origina ante el planteamiento de un problema y cuyo objetivo es, justamente, darle solución. El problema puede ser muy simple: cargaron a nuestra cuenta un gasto que no realizamos, y tenemos que solicitar la aclaración al banco; pero puede llegar a ser muy complejo y sofisticado, como cuando tenemos que convencer a una junta de directivos, obsesionados en el control presupuestal, para que incrementen el monto destinado a nuestro departamento. El punto es que en la raíz de la redacción existe un conflicto, una dificultad: “...if there were no problem there would be no need for your report. To write the report without explaining the problem that gave rise to it –as many writers curiously do- is to leave out the reason for the whole thing.”[1]. La mala escritura pasa de largo ante esta circunstancia, con lo que el sentido del propio acto de escribir desaparece miserablemente.
La redacción deficiente tiene otra delicada faceta: se realiza a ciegas; en otras palabras, en lugar de que la elaboración de textos se efectúe en función de objetivos, las ideas en una mala redacción sólo “ocurren” sin una justificación aparente. Escribir mal quiere decir plantear una serie de pensamientos, datos, informaciones, sin que se articulen, para la composición concreta, en un propósito principal y en varios secundarios o auxiliares. En contraste, si se va a redactar una carta, un memo, una propuesta o un informe, se debe saber cuanto antes, si es posible, antes de escribir, cuál es el objetivo que se persigue con el texto en cuestión.[2]
Finalmente, la mala escritura peca de desconsiderada, es decir, no atiende ni se plantea atender las necesidades de las audiencias a las que está destinada. He mencionado las audiencias, pues como señala Paul Anderson, en el ámbito empresarial raramente se escribe para una sola persona; los escritos son en realidad destinados a una variedad muy amplia de lectores: tanto colegas del mismo rango, como de nivel inferior y superior; igualmente especialistas y legos, externos e internos. Este autor nos indica que los informes pueden tener un poco más de tres lectores ejecutivos y de primer nivel quienes aprobarán su contenido; más de dos lectores que transmitirán la información que contiene; más de quince que tomarán acciones concretas a partir de él y cerca de diez que simplemente lo leerán.[3] En suma, ¿cuál es el costo de la mala escritura? Podría expresarse de esta manera: problemas no resueltos, objetivos no logrados, audiencias no alcanzadas.
¿Se puede traducir todo esto a pesos y centavos? No es fácil, pues como señalé al principio no hay investigaciones que nos proporcionen información fidedigna; sin embargo, sólo con la finalidad de marcar un contraste, comentaré el caso de una agencia dedicada a la edición y corrección de textos. Mathes y Stevenson[4] describen el monto que esta empresa cobraba hace unos quince años por su trabajo. Señalan, en efecto, que para un informe de 30 cuartillas, esta compañía calculaba un costo igual a $21.00 dólares por hoja. Esto, sin embargo, no era todo; el precio se multiplicaba por un “costo constante” que dependía de las cualidades del manuscrito; es decir, si el texto que iba a revisarse mostraba cualidades relacionadas con la buena escritura este “costo constante” era igual a 0.6. De modo que revisar y editar un buen escrito costaba al final $378.00 dólares. Pero si el manuscrito estaba dominado por la mala escritura el “costo constante” era igual a 2.7, así que corregir un mal texto costaba, finalmente, $1,701.00 dólares, es decir, cuatro veces y media más. Son dólares de los años ochenta, pero la proporción entre el costo la mala escritura y el de la buena redacción, a razón de 4 a 1, es muy elocuente.
Quiero mencionar que seguramente en nuestro país tercermundista, donde el precio de la mano de obra, tanto manual como intelectual, está muy castigado, la proporción debe ser distinta, quizá de 2 a 1 o, en el mejor de los casos posibles, de 2.5 a 1. Como prueba de esta suposición sólo puedo mencionar, a falta de una evidencia sólida, el caso de un amigo mío, corrector de estilo que está dispuesto a revisar una hoja por el equivalente a un dólar en su cotización actual (once pesos aproximadamente), pero con esto se compromete sólo a revisar ortografía, es decir, no la parte esencial de la mala escritura, sino la punta del iceberg. Si se quiere una corrección más elaborada, no está dispuesto a recibir menos de 2.5 dólares, pues en la mayor parte de los casos este tipo de revisión implica rehacer completamente el texto.
Para terminar, está claro que escribir mal tiene un precio; por consiguiente, creo que si pertenecemos a una empresa en la que las deficiencias en la comunicación escrita son evidentes y constantes, debemos preguntarnos cómo estamos pagando este precio, es decir, cómo estamos pagando el costo de la mala escritura. Para mayor información del tema, puede escribir a: ehd.cem@servicios.itesm.mx
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[1] Mathes, J. C & Dwight W. Stevenson. Designing Technical Reports. pág. 29
[2] Gloria Sanz. Aprender a redactar notas. pág. 24
[3] Anderson, Paul V. “What Survey Research Tells Us about Writing at Work”. pág. 57
[4] Mathes & Stevenson. Ob. cit. pág. 202

"... de no haber problemas tu reporte no sería necesario. Al escribir un reporte sin explicar cual fue el problema que lo originó - como hacen muchos escritores, curiosamente - es dejar afuera la razón para todo aquello



¡ORTOGRAFÍA!

TEXTO EXPOSITIVO



SIGNOS DE PUNTUACIÓN



ACENTOS


INTRODUCCIÓN A LA ARGUMENTACIÓN



LA ARGUMENTACIÓN PARA EL DEBATE